No exponerse al sol o a fuentes de calor: El calor es un estímulo físico que actúa a diversos niveles en nuestro organismo, uno de los efectos más importantes es la vasodilatación, es decir, el incremento de grosor en la luz de los vasos sanguíneos. Este efecto incrementa el flujo de sangre a través de los vasos más superficiales, incrementando así el paso de células inflamatorias que pueden ocasionar una mayor hinchazón en el área intervenida, y que, por tanto, incrementa el dolor y el tiempo de recuperación. También, fija el hierro de la sangre en los moretones o en las cicatrices, lo cual ocasiona, a largo plazo, una pigmentación de la herida y una mayor visibilidad de la cicatriz.
Aseo de las heridas: A pesar de que las heridas son un foco de infección en muchas ocasiones, los pacientes por dolor o incomodidad, deciden no asearlas, el problema es que las bacterias que habitan la piel de manera natural, es decir la flora bacteriana puede colonizar y posteriormente ingresar al organismo por esas heridas y condicionar una infección local. La recomendación es asear la herida con espuma de jabón, que resbale al momento del baño, sin tallar el sitio de la herida para no causar dolor, sangrado o apertura de la misma. De esta manera, el riesgo de infección es menor, y si se incorpora algún antiséptico después del baño, podemos potenciar la función de barrido de las bacterias.
No fumar: Es bien sabido que el consumo de tabaco genera muchos riesgos para la salud, en general. Las heridas en los pacientes fumadores activos o pasivos, es decir, aquellos que inhalan el humo de alguien más, no son la excepción. El humo contiene un sinfín de sustancias tóxicas que ocasionan inflamación en los tejidos, así como deshidratación e irritación. Sin embargo, el mecanismo más importante de daño a nivel de los tejidos, es una afectación en los vasos más pequeños, conocidos como la microcirculación. Estos vasos componen una red que distribuye nutrientes y, sobre todo, oxígeno a todos los tejidos del organismo, y si éstos se ven afectados, el aporte necesario para una adecuada migración de células reparadoras, así como el oxígeno y nutrientes necesarios para su función, se ve interrumpido. De esta manera, la herida cuenta con condiciones poco idóneas para un adecuado cierre y cicatrización, lo cual se traduce en un mal resultado o inclusive, complicaciones en el periodo postoperatorio.
El uso de parches especiales o prendas compresivas de grado médico: El principio de compresión y masaje es fundamental en la cicatrización de los tejidos. En la gran mayoría de los procedimientos, a pesar de que las heridas por las que realizamos el abordaje en la cirugía sean pequeñas, muchas veces necesitamos intervenir en tejidos más profundos, de esa forma, podemos acceder a tejidos alejados de la herida original. Un ejemplo muy común es la liposucción o lipoaspiración, en donde, por medio de heridas de 5 mm o menos, podemos acceder a una región anatómica completa como puede ser abdomen o brazos. Por tal motivo, la inflamación de los tejidos no suele localizarse en el sitio de la herida únicamente, de esta manera, el empleo de parches adhesivos y/o prendas compresivas, nos permite comprimir de forma uniforme toda la región, para asegurar que el espacio que se formó por debajo de los tejidos superficiales, desaparezca y no permita que se deposite sangre o líquido inflamatorio, mejorando las condiciones para que el tejido recobre sus elasticidad y se adhiera nuevamente a los planos más profundos. De la misma manera, esta compresión hace las veces de un masaje continuo que, al momento de generarse la cicatriz, alinea las fibras de colágena y hace que el nuevo tejido se vea más regular, delgada y similar a la piel sana que le rodea.
No realizar esfuerzo físico: Cuando realizamos algún ejercicio o esfuerzo físico, el principal aporte de oxígeno se dirige a las fibras musculares, ya que requieren de un mayor abasto de sangre y oxígeno para generar un trabajo de potencia. El problema reside en que, si dirigimos la mayor parte del flujo a otros órganos, la piel y el resto de los tejidos deben sacrificar mucho de su volumen sanguíneo para dedicarlo al trabajo físico. De esta manera disminuimos el aporte de oxígeno para la tarea de la creación de nuevas células para la cicatrización. Por otra parte, si la herida se encuentra en algún sitio cercano al grupo muscular necesario para cargar o mover objetos, el riesgo es generar tensión en la herida y que esta pueda abrirse o simplemente, se ensanche la herida, sacrificando en gran parte el resultado externo del procedimiento al que se sometió el paciente.
Elevar la región intervenida: Ya sea en cara o cualquier extremidad, el mantener la región donde te realizaron algún procedimiento quirúrgico por encima del nivel del corazón permite que la inflamación sea mucho menor. Esto sucede por el principio de gravedad, es decir, si el área intervenida se encuentra a nivel o por debajo del nivel del corazón, cuesta mucho más trabajo movilizar la sangre fuera de la misma, por lo que se deposita la sangre y las células inflamatorias en esa región, provocando mayor hinchazón y dolor, así como la formación de moretones más evidentes. Si, por el contrario, elevamos la extremidad involucrada en la cirugía, podemos vaciar la mayor cantidad de sangre, revirtiendo la aparición de todos los efectos anteriores.
Retiro de puntos en un periodo específico: Existen diversos materiales de sutura, a grandes rasgos, unos se “absorben” por el cuerpo y otros no. Sin embargo, cada material de sutura, por su grosor y características físicas tiene una indicación específica por su duración y capacidad de tolerar la tensión, principalmente. Por otra parte, el grosor de la piel, así como su coloración y algunas otras características varía entre diversas regiones de la anatomía humana. Por ejemplo, la piel de las palmas es casi tan gruesa como aquella en la espalda, pero no tiene vello y tiene una composición distinta. La piel de los párpados es muy delgada en comparación con la de la frente o las mejillas. Todas estas variaciones hacen que la cicatrización sea más pronta en algunos sitios y que algunas regiones sean más propensas a ocultar mejor las cicatrices que otras. Todos estos factores son los que dictan el mejor momento para retirar los hilos de sutura y obtener el resultado óptimo en la cicatrización.
Aplicación de frío/calor local: La piel cuenta, entre sus varias funciones, con la capacidad de regular la temperatura local y corporal. Esto puede lograrlo mediante la apertura o cierre de los vasos sanguíneos, por lo que, si hace calor, abre los vasos sanguíneos, permitiendo un mayor flujo de sangre, además de incrementar la sudoración para poder enfriar el cuerpo al momento de evaporar ese sudor. En el caso contrario, el frío cierra la luz de los vasos, disminuyendo el paso de sangre y manteniendo la mayor temperatura posible dentro del cuerpo. En el caso de una herida, en los primeros 2 o 3 días, existe un incremento de flujo sanguíneo por el tema inflamatorio, por lo que la aplicación de frío local nos permite disminuir la llegada de células inflamatorias y sangre total, disminuyendo el riesgo de sangrado, formación de moretones, hinchazón y el dolor local. La aplicación de calor en los días subsecuentes, nos permite abrir el flujo de sangre y barrer toda la inflamación y coágulos formados durante las primeras etapas de la cicatrización.
Estos son los cuidados generales de cualquier herida en la piel de cualquier parte del cuerpo, sin embargo, tu cirujano deberá tomar en cuenta estos y otros factores particulares para ofrecerte todos los cuidados específicos para tu procedimiento, para lograr el mejor resultado para cada cirugía en el menor tiempo posible. Recuerda, ahora que conoces la razón de cada uno de estos cuidados, puedes ayudar a mejorar en gran medida al resultado de tu procedimiento.
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